17 de noviembre de 2009

Que no sea otro Bulacio

Rubén Carballo, de 17 años, fue hallado en coma cerca del estadio donde fue el recital de Viejas Locas. La policía tiene una versión extraña. La familia denuncia que fue golpeado a bastonazos


La vuelta de la banda Viejas Locas en el escenario del club Vélez Sarsfield no sólo trajo un episodio de gente agolpándose para ingresar sin entrada. También llegó la represión policial con gases, balas de goma, palos y camión hidrante y un saldo de treinta heridos y 44 detenidos. Pasadas las 14 del domingo y después de llamar al celular de Rubén durante toda la noche, sin conseguir respuestas, su madre logró que atendieran el celular. No era Rubén, su hijo, sino una médica del Hospital Vélez Sarsfield que lo transportaba en ambulancia, inconsciente, después de recogerlo del predio en el que lo encontraron, a 600 metros del estadio al que había concurrido por el recital.
Rubén Carballo aún tenía la ropa teñida con el azul que desparramó el camión hidrante y la entrada del recital en uno de sus bolsillos cuando ingresó al hospital. Ayer, desde el Centro Gallego, donde fue derivado, un parte médico indicaba que estaba en “coma profundo”, con daños cerebrales por un golpe en el cráneo. Sus familiares y amigos dicen que al visitarlo vieron los golpes de los bastones y las balas policiales. El parte médico se limita a indicar que no se puede analizar la procedencia del golpe en la cabeza. La hipótesis policial supone que Rubén, de 17 años, habría trepado a la Autopista Perito Moreno y saltado hacia una red para luego treparse por un muro de la parte trasera del club. Con la entrada en su bolsillo. La Correpi relacionó el caso con el de Walter Bulacio y la Defensoría del Pueblo porteña comenzó una investigación (ver aparte).
Florencia es amiga de Rubén en el barrio de San Justo, partido de La Matanza, y ella estuvo con él “tomada de la mano para no perdernos”, contó en diálogo con Página/12. Junto con otros ocho amigos llegaron la tarde del sábado a las inmediaciones del estadio de Vélez Sarsfield y como buenos fanáticos de Viejas Locas se sumaron a la fila esperando utilizar la entrada que habían sacado hacía dos meses. La gente ocupó hasta cinco cuadras sobre Juan B. Justo para ingresar al sector campo por la única entrada que los organizadores del recital habían habilitado para el ingreso de gran parte de las 35 mil personas que colmaron el estadio.
Mientras esperaban al ingreso, un primer grupo de gente derribó el vallado que contenía la fila de miles de personas para “colarse” e intentar ingresar al recital sin entradas. “La gente te llevaba para todos lados, ni siquiera se podía hacer pie y tuve que salir de la fila por los gases que tiró la policía”, recordó Nahuel, otro de los amigos de Rubén. Entonces, parte del grupo decidió retroceder las cinco cuadras y comenzar a realizar la fila, otra vez.
Ya cerca de las 24, el grupo de Rubén, a una cuadra de la entrada, continuaba en la fila con pocas esperanzas. “De repente se sienten balazos. Pensábamos que, otra vez, eran problemas con la barra brava (que ingresó al estadio sin entradas). Nos quedamos quietos porque sabíamos que no teníamos nada que ver. Vimos que tiraban balas de goma y no al piso, para asustar. En un minuto, teníamos el camión hidrante tirándonos y nos avisaron que venía la montada por la vereda. Empezamos a correr, me resbalé con el líquido del hidrante y le solté la mano a Rubén. No lo vi nunca más”, relató Florencia, con las zapatillas todavía manchadas por el pegamento líquido del camión hidrante.
De lo que ocurrió después, por ahora sólo se conoce la versión policial. Las fuentes policiales aceptan que Rubén tenía su entrada, pero suponen que desesperado por no poder ingresar se dirigió hacia la autopista Perito Moreno a la altura del club Unión Ferroviaria. Entonces, desde arriba de la autopista se tiró hacia la red que cubre una de las canchas –a siete metros de altura– para luego descender hasta el suelo y utilizar una escalera para lograr pasar un muro que linda con el club Vélez Sarsfield y de allí al sector del campo. Según la suposición policial, el golpe en su cabeza podría haber sido provocado porque la red no resistió el peso y se rompió o porque en el salto Rubén golpeó contra un borde de la autopista.
Rubén Carballo, padre del joven internado, recibió la noticia de dónde estaba su hijo quince horas después del inicio del recital. Un grupo de personas del club lo encontraron tirado y dieron aviso. “Cuando llegué a la guardia del hospital, lo vi y tenía la pintura del camión que tiró hidrante en el cuerpo y la ropa, además tenía marcas de bastonazos y secuelas de balas de goma. La policía se dio cuenta de lo que había hecho y lo tiró en ese lugar”, indicó el padre, descreyendo de la versión policial que ya le había dado el subcomisario de la 44ª, encargada de la seguridad del evento.
“Hay testigos que vieron la golpiza. Qué necesidad iba a tener él de realizar esa maniobra imposible cuando tenía la entrada. Yo voy a saber cuáles fueron los responsables del estado de mi hijo. Ahora, quiero concentrarme en él y tengo la esperanza de que se recupere”, afirmó el padre.
Informe: Nahuel Lag. pagina 12 17/11/09

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