6 de enero de 2009

Colombia el Israel


George W. Bush y Álvaro Uribe contra la paz en Colombia
por Salim Lamrani.


Veinte estados latinoamericanos del Grupo de Río, reunidos el 7 de marzo en Santo Domingo, adoptaron una declaración común donde señalan la inviolabilidad de sus fronteras. Delante de los demás gobernantes, el presidente colombiano presentó las disculpas de su país al Ecuador, por haber lanzado un ataque militar en territorio de dicha nación: el asesinato mediante un bombardeo con municiones teleguiadas de algunos miembros de las FARC mientras estos dormían. Esta reconciliación significa un fracaso provisorio a la tentativa estadounidense de internacionalizar el conflicto interno y civil colombiano para desestabilizar la región y poner fin a la revolución bolivariana que sigue su curso en Venezuela, Ecuador y Bolivia.

El 1 de marzo de 2008, tropas militares colombianas, apoyadas logísticamente por Washington, bombardearon el territorio ecuatoriano, asesinando al líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Raúl Reyes, y a otros 18 rebeldes mientras dormían. La operación, ordenada por Estados Unidos, que ofrecía una recompensa de cinco millones de dólares por la cabeza de Reyes, ilegal según el Derecho Internacional, desencadenó una severa crisis diplomática entre Colombia y Ecuador.
Raúl Reyes, de 59 años, cuyo verdadero nombre era Luis Edgar Devia Silva, era el número dos y portavoz de las FARC, y participó en numerosas negociaciones en el pasado durante el proceso de paz que lideraba, bajo la presidencia de Andrés Pastrana entre 1998 y 2002. Numerosos gobiernos latinoamericanos y europeos, e incluso Estados Unidos en 1997, lo recibieron oficialmente. Su muerte violenta afecta seriamente al proceso de paz iniciado hace varios meses, con la colaboración del presidente venezolano Hugo Chávez, quien consiguió la liberación unilateral de seis prisioneros, a pesar de los esfuerzos del presidente colombiano Álvaro Uribe para abortar la operación humanitaria. En efecto, Uribe desencadenó intensas actividades militares en la zona donde los rehenes iban a ser liberados, poniendo así su vida en peligro.

El 1 de marzo de 2008, tropas militares colombianas, apoyadas logísticamente por Washington, bombardearon el territorio ecuatoriano, asesinando al líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Raúl Reyes, y a otros 18 rebeldes mientras dormían. La operación, ordenada por Estados Unidos, que ofrecía una recompensa de cinco millones de dólares por la cabeza de Reyes, ilegal según el Derecho Internacional, desencadenó una severa crisis diplomática entre Colombia y Ecuador (1).
Raúl Reyes, de 59 años, cuyo verdadero nombre era Luis Edgar Devia Silva, era el número dos y portavoz de las FARC, y participó en numerosas negociaciones en el pasado durante el proceso de paz que lideraba, bajo la presidencia de Andrés Pastrana entre 1998 y 2002. Numerosos gobiernos latinoamericanos y europeos, e incluso Estados Unidos en 1997, lo recibieron oficialmente. Su muerte violenta afecta seriamente al proceso de paz iniciado hace varios meses, con la colaboración del presidente venezolano Hugo Chávez, quien consiguió la liberación unilateral de seis prisioneros, a pesar de los esfuerzos del presidente colombiano Álvaro Uribe para abortar la operación humanitaria. En efecto, Uribe desencadenó intensas actividades militares en la zona donde los rehenes iban a ser liberados, poniendo así su vida en peligro (2).
Las mentiras de UribePara justificar la agresión a Ecuador y la violación de la soberanía de esta nación, el ministro colombiano de Defensa, Juan Manuel Santos, declaró que las tropas colombianas habían actuado en legítima defensa. Los combates habrían empezado en territorio colombiano y habrían continuado en la zona rural de Santa Rosa al sur del río Putumayo, en Ecuador, donde se habrían refugiado los hombres de Reyes. Durante una conversación telefónica, Uribe había relatado esta versión a su homólogo ecuatoriano, Rafael Correa.
Pero la realidad fue otra. No hubo ningún combate entre las fuerzas armadas y la guerrilla. Correa, quien inmediatamente ordenó una investigación militar, se dio cuenta rápidamente de que el presidente colombiano le había engañado. Señaló que el ejército ecuatoriano descubrió los cadáveres de 19 guerrilleros y tres mujeres heridas que fueron llevadas a Quito. «Los cadáveres estaban en pijama, lo que demuestra que no hubo refriega y que fueron bombardeados y masacrados mientras dormían», declaró Correa.
Los testimonios de las supervivientes confirmaron las conclusiones de la investigación. Los guerrilleros fueron sorprendidos mientras dormían por los bombardeos masivos de la aviación colombiana que había penetrado unos 10 kilómetros en el espacio aéreo ecuatoriano y había atacado la zona fronteriza de sur a norte. Luego, las tropas colombianas atravesaron la frontera y exterminaron a la mayor parte de los rebeldes. El ministro ecuatoriano de Defensa, Washington Sandoval, también afirmó que se trataba de una masacre, subrayando que los cuerpos estaban mutilados y presentaban impactos de bala en la espalda.
Contra la pazEstados Unidos, en vez de condenar la acción, brindó su «apoyo tota» a su aliado colombiano. «Apoyamos totalmente los esfuerzos de Colombia, del presidente Uribe para responder a esta amenaza [de las FARC]», declaró el portavoz del Departamento de Estado, Tom Casey. Interrogado sobre un eventual apoyo militar en caso de conflicto con Ecuador o Venezuela, Casey respondió que «Colombia [era] un aliado de Estados Unidos». El presidente Bush, quien cultiva el arte de la paradoja, quiso dar su apoyo a Colombia pues «nos oponemos con firmeza a todo acto de agresión que pudiera desestabilizar la región».
Nada es sorprendente en esas declaraciones. En efecto, es impensable que Washington no haya sido consultado antes del ataque militar. Al contrario, los asesores militares estadounidenses, muy presentes en Colombia, sin lugar a dudas participaron en la masacre como reveló el ex vicepresidente José Vicente Rancel.
Raúl Reyes fue asesinado por «bombas inteligentes» estadounidenses, como subrayó el ministro de Defensa ecuatoriano Sandoval: «En el campamento de las FARC, lanzaron de noche, por lo menos, cinco bombas. Los cinco proyectiles, de una precisión impresionante, se hallaban en un diámetro de cincuenta metros [...]. Aviones de alta velocidad lanzaron estas bombas». Precisó que la localización del jefe rebelde «necesitaba equipos que no poseen los ejércitos sudamericanos. La Casa Blanca no tiene ningún interés por buscar una solución pacífica al conflicto colombiano. Al contrario, la guerra civil le permite justificar una enorme presencia militar en la región y ello explica la operación militar que perjudica las negociaciones humanitarias cuyo objetivo es liberar a Ingrid Betancourt y a los demás rehenes. La senadora colombiana Piedad Córdoba, implicada en la liberación de los secuestrados, declaró que «Si Ingrid Betancourt se muere le va ser muy difícil a Uribe decir que la responsabilidad es de las FARC». El ministro francés Bernard Kouchner subrayó que se trataba de una «mala noticia» pues Francia estaba en contacto con Reyes.
Rafael Correa confirmó los contactos y reveló que las FARC habían previsto liberar a otros doce rehenes en marzo en Ecuador, entre ellos tres ciudadanos estadounidenses: Thomas Howes, Keith Stansell y Marc Gonsalves, así como a Ingrid Betancour. Pero, «las manos guerreras» del gobierno colombiano redujeron a la nada todas las esperanzas. «No podemos descartar que ésta fue una de las motivaciones de la incursión y ataque por parte de los enemigos de la paz», aseguró el presidente ecuatoriano.
La Agencia France-Presse reporta que «la embajada de Francia anunció [...] en Quito que estaba al corriente de los contactos de las autoridades ecuatorianas con las FARC para liberar a la ex candidata a la presidencia [...]. Esta revelación pone en entredicho la posición de las autoridades colombianas, que acusan a Ecuador y Venezuela de colaborar con las FARC para desestabilizar la región».
Fabrice Delloye, el ex marido de Ingrid Betancourt, expresó su rabia hacia el gobierno colombiano. «Lo que hizo Uribe es totalmente escandaloso. Desmontó toda la mediación de Chávez, que era un verdadero éxito [...], jamás quiso admitirlo». Delloye está convencido de que la agresión militar contra Ecuador tenía como objetivo «impedir que pueda llevarse a cabo un acuerdo humanitario porque [Uribe] sabía que las FARC seguirían liberando a rehenes».
Córdoba, Correa, la Agencia France-Presse y Delloye tienen razón sin lugar a dudas. Los enemigos de la paz no se encuentran en Quito o en Caracas, sino en Washington y en Bogotá.


nota completa en: http://www.voltairenet.org/es

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