6 de enero de 2009

las piaras de los patovica

Por Carlos del Frade (APe).-
Darío Rojas tenía nada más que veintiún años. Había ido a bailar al boliche “Coyote”, de San Miguel, en el Gran Buenos Aires. Los integrantes de la llamada seguridad privada del lugar lo mataron a golpes después de una larga agonía. Darío quiso festejar el final del ciclo educativo con sus amigos. Quería vivir un momento de felicidad. Nada más que eso. Un cachito de alegría en medio del territorio de los dueños de la noche.
Porque los hacedores de música y entretenimientos nocturnos también han privatizado la noche en esta Argentina crepuscular del tercer milenio. Su padre, Pedro Rojas, dijo que le pegaron con salvajismo, sin que se conozca razón alguna. Fueron los bomberos los que encontraron al muchacho en estado de completa inconsciencia. Siete horas sobrevivió en el hospital Larcade. Tres hijos quedaron sin su papá que trabajaba en un frigorífico. -Era un chico trabajador que solamente había ido a divertirse -dijo su mamá ante una cámara de televisión. Para Roberto, uno de los amigos, "Darío no tuvo problema con ninguno de los custodios del boliche. Nos pegaron porque sí y lo abandonaron. La policía también nos agredió y cuando pedíamos que envíen una ambulancia se nos reían", apuntó. Obrero, papá de tres criaturas, veintiún años, quiso divertirse un rato y lo mataron a golpes. Síntesis de una brutalidad institucionalizada y casi naturalizada. Seguridad privada, patovicas capaces de pegar primero y no preguntar nunca, la tan mentada mano dura añorada por tantos sectores que reciclan la matriz cultural del sistema. Al trabajador joven no se le permite la vida, apenas puede pedir permiso para resistir sin molestar a ningún factor de poder por mínimo que este sea. Mano dura para imponer el orden de los dueños de los boliches. Patovicas con licencia cultural para matar. Una postal del sistema. La naturalización del fascismo cotidiano que corroe la vida colectiva de los argentinos. Asesinos materiales y desconocidos asesinos intelectuales. Los que se encargan de liberar zonas, coimear policías, pagar abogados influyentes para que las causas recaigan en juzgados permeables, los que contratan cuerpos cada vez más musculosos y mentes que subordinan su existencia a hacer valer su fuerza de choque al servicio de quien pueda pagarla. La vigencia del asesinato a manos de patovicas demuestran la continuidad de un orden impuesto por los que pagan a distintos grupos de tareas, ya sea en la cancha chica de la historia, las barrabravas en el fútbol, o en la cancha grande de la historia y la sociedad, patotas uniformadas siempre con manopla fácil para ejecutar el criterio de selección del amo circunstancial. ¿Dónde está el Estado para regular la existencia de estas piaras salvajes de patovicas? ¿En qué rincón de la Argentina los familiares y amigos de Darío encontrarán alguna mínima dosis de justicia? Mientras los jóvenes trabajadores buscan un pedacito de alegría, las piaras de los patovicas están aguardándolos para aplicar el orden del sistema.

Fuente de datos: Diario Crítica de la Argentina 27-11-08

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