5 de enero de 2009

A 80 años de su nacimiento Fidel habla del Che

Proximos a cumplirse los 80 años del nacimiento del che quien mejor para hablarnos de el que Nuestro Comandante Fidel Castro.




periodista:Después de pasar dos años en la cárcel, en la Isla de Pinos, usted se marcha al exilio a México, y cuando llega allí se encuentra por primera vez con Ernesto Che Guevara. Me gustaría que me dijese en qué circunstancias lo conoció.



fidel: A mí me place hablar del Che, realmente. Es conocido el recorrido del Che cuando estaba en Argentina estudiando; sus viajes en motocicleta por el interior de su país, luego por varios países latinoamericanos, Chi-le, Perú, Bolivia y otros lugares. No olvidar que, en Bolivia, se produjo en el año 1952, después del golpe de Estado militar de 1951, un fuerte movimiento de obreros y campesinos, que dieron allí la batalla y tuvo mucha influencia.
Es conocido el recorrido del Che a punto de graduarse como médico, con su amigo Alberto Granado, durante el que visitaron distintos hospitales y terminaron en un leprosorio allá por el Amazonas trabajando como médicos. Él visitó muchos lugares de América Latina; estuvo en las minas de cobre de Chuquicamata, en Chile, donde el trabajo es muy duro; atravesó el desierto de Atacama; visitó las ruinas de Machu Picchu en Perú; navegó por el lago Titicaca, siempre conociendo e interesándose mucho por los indígenas. Estuvo también en Colombia, en Venezuela. Tenía mucho interés por todos aquellos temas. Desde su época de estudiante se había interesado por el marxismo y el leninismo. De ahí, es sabido que él se traslada a Guatemala, cuando lo de Árbenz.

Periodista: El presidente Jacobo Árbenz estaba haciendo, en ese momento, reformas muy progresistas en Guatemala.

fidel: Sí. Allí tenía lugar un proceso importante de reforma agraria, en que resultaron distribuidas entre los campesinos grandes plantaciones de plátano explotadas por una importante transnacional norteamericana. Dan un golpe los militares con el apoyo de Estados Unidos, y aquella reforma agraria fue frustrada de inmediato. En aquella época hablar de reforma agraria era cosa de comunistas, era ser identificado, de manera automática, como un comunista.
En Guatemala habían hecho una y, como en todas partes, los poderosos comenzaron enseguida a oponerse. También los vecinos del Norte y sus instituciones especializadas organizaron de inmediato acciones contrarrevolucionarias para derrocar al presidente electo, Jacobo Árbenz, con una expedición desde la frontera y la complicidad de jefes militares del viejo ejército.
Cuando nuestro movimiento ataca el cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, un número de compañeros consigue escapar del país. Antonio "Ñico" López y otros van a Guatemala. Che ya estaba allí, y sufre la amarga experiencia del derrocamiento de Jacobo Árbenz, conoce a nuestros compañeros y con ellos se va para México.

periodista: ¿Su hermano Raúl lo conoció antes que usted?

FIDEL: Sí, porque Raúl es uno de los primeros que sale de Cuba hacia México. Estaban ya acusándolo hasta de poner bombas, y yo mismo le indico: "Tienes que salir". La idea de organizar en México el regreso armado la habíamos concebido en la prisión. Era una tradición en Cuba. Raúl va para México y allí conoce al Che por intermedio de nuestros compañeros que ya estaban allí. Bueno, aún no era el Che, era Ernesto Guevara, pero como los argentinos les dicen a los demás "iChe!", los cubanos comenzaron a llamarlo "Che", y así se le fue conociendo.
Yo pude retardarme un poco en salir porque no estaba en inminente peligro; pero no podía seguir agitando en Cuba y llegó el momento en que también tuve que partir para México. Entre otras cosas, había que preparar rápidamente el regreso. En las semanas posteriores a nuestra salida de prisión, habíamos desarrollado una intensa campaña de divulgación de ideas y formación de conciencia, habíamos estructurado nuestra propia organización revolucionaria —el Movimiento 26 de Julio— y habíamos demostrado la imposibilidad de proseguir la lucha por vías pacíficas y legales.

P: ¿El Che simpatizaba ya con las ideas de ustedes?

F:Él era ya marxista. Aunque no militaba en ningún partido, era en esa época un marxista de convicción. Allí, en México, estaba en contacto con Ñico López, uno de los dirigentes del Movimiento, buen compañero, modesto, del Partido Ortodoxo, muy radical y valiente, a quien yo le había hablado mucho de marxismo, era ya un convencido. Participó en el ataque al cuartel de Bayamo. La coincidencia de ideas fue uno de los factores que más ayudó a mi afinidad con el Che.

P:¿Usted se da cuenta, cuando lo encuentra por primera vez, que el Che es diferente?

F:Él cuenta con la simpatía de la gente. Era de esas personas a quien todos le toman afecto inmediatamente, por su naturalidad, su sencillez, su compañerismo y sus virtudes. Era médico, estaba trabajando en un centro del Instituto del Seguro Social haciendo unas investigaciones, no sé si sobre cosas cardíacas, o sobre alergia, porque él era alérgico.

Al grupito nuestro que estaba en México le caía bien. Ya Raúl había trabado amistad con él. Lo conozco cuando llego a México. Él tenía 27 años.
Él mismo cuenta que nuestro encuentro tuvo lugar una noche, en julio de 1955, en la calle Emparan de la capital de México, en la casa de una cubana, María Antonia González. Nada tiene de extraño su simpatía, si él ha viajado por América del Sur, ha visto lo de Guatemala, ha sido testigo de la intervención norteamericana, sabe de nuestra lucha en Cuba, sabe cómo pensamos. Llegamos, conversé con él, y allí mismo se unió a nosotros.
Él sabía que en nuestro movimiento también había pequeña burguesía; que íbamos a una revolución de liberación nacional, una revolución antimperialista, no se vislumbraba todavía una revolución socialista; pero esto no fue obstáculo, se suma rápido, se enrola de inmediato.

Una sola cosa me dice: "Yo lo único que quiero es que cuando triunfe la Revolución en Cuba, por razones de Estado ustedes no me prohíban ir a la Argentina para luchar por la revolución".

P:¿En su país?
F:Sí, en su país. Es lo que me dice. Ya nosotros practicábamos una incipiente pero fuerte política internacionalista. ¿Qué era nuestra conducta en Bogotá, la lucha contra Trujillo, la defensa de la independencia de Puerto Rico, la devolución del Canal a Panamá, los derechos de Argentina sobre las Malvinas y la independencia de las colonias europeas en el Caribe? No éramos unos simples aprendices. El Che confió plenamente en nosotros. Le respondí: "De acuerdo", y no hizo falta hablar más de eso.

P:¿El Che no tenía ninguna experiencia militar cuando llega allí?
F:No, ninguna. No tenía.
P:¿Allí aprende?
F:Estudia y practica, pero él está con nosotros como médico de la tropa, y resultó ser un médico destacado, atendía a los compañeros. Puedo referirme a una cualidad que lo retrata, una de las que yo más apreciaba, entre las muchas que observé en él. El Che padecía de asma. En las inmediaciones de la capital mexicana se yergue un volcán, el Po-pocatépetl, y él todos los fines de semana trataba de subir el Popocatépetl. Preparaba su equipo —es alta la montaña, más de 5 mil metros, con nieves perpetuas—, iniciaba el ascenso, hacía un enorme esfuerzo y no llegaba a la cima. El asma obstaculizaba sus intentos. A la semana siguiente intentaba de nuevo alcanzar la cumbre del "Popo" —como él le llamaba— y no llegaba. Nunca alcanzó la cima del Popocatépetl. Pero volvía a subir, para intentarlo de nuevo, y se habría pasado toda la vida en el afán de escalar el Popocatépetl. Realizaba un esfuerzo heroico, aunque nunca alcanzara aquella cumbre. Usted aprecia ahí el carácter. Aporta una idea de su fortaleza espiritual y su constancia.
p:Una voluntad...
F:Cuando éramos todavía un grupo muy reducido, cada vez que se necesitaba un voluntario para una tarea determinada, el primero que siempre se ofrecía era el Che.
Otra característica de él, sin duda, era esa previsión profética que demuestra cuando me pide que por razones de Estado no se le prohíba marchar después a su tierra natal para luchar por la revolución.
P:¿De que quería ir a Argentina?
F:Sí. Y después, en nuestra guerra, yo tuve que hacer un esfuerzo para preservarlo, porque si le hubiese dejado hacer todo lo que quería hacer, no habría sobrevivido. Desde los primeros momentos se fue destacando. Cada vez que hacía falta un voluntario para una misión difícil, lograr una sorpresa, recuperar unas armas que debían rescatarse a fin de que no las ocupara el enemigo, el primer voluntario era el Che.
p:¿Era voluntario para ir a las misiones más peligrosas?
F:Era el primer voluntario para cualquier misión difícil; se caracterizaba por un extraordinario arrojo, un absoluto desprecio del peligro, pero, además, a veces proponía hacer cosas muy difíciles y riesgosas. Yo le decía: "No".
p:¿Porque corría demasiados riesgos?
F:Mire, usted manda a un hombre a una primera emboscada, a una segunda, a una tercera, y a la cuarta, a la quinta o a la sexta, seguro, es como cara o cruz: en un combate muy de cerca, a nivel de escuadra o pelotón, muere como mueren los que practican la aventura de la ruleta rusa.
P:¿No había problema de que él no fuese cubano?
F:Sí, en México lo habíamos puesto al frente de un campamento y hubo algunos que empezaron a quejarse de que era argentino, y se buscaron la gran bronca conmigo. No voy a mencionar nombres ahora, porque después cumplieron. Sí, allá en un campamento de México. Aquí en la guerra era el médico, pero por su valentía, sus condiciones, lo hicimos jefe de una columna en la que se destacó por sus muchas cualidades. Nadie lo cuestionó.
P:¿Humanas, políticas, militares?
F:Humanas y políticas. Como hombre, como ser humano extraordinario. Era, además, una persona de elevada cultura y de gran inteligencia. Y también con cualidades militares. El Che fue un médico que se convirtió en soldado sin dejar de ser médico un solo minuto. Hubo muchos combates en los que estuvimos juntos. En ocasiones yo reunía las tropas de las dos columnas y hacíamos una operación de mayor o menor complejidad, con emboscadas y previsibles movimientos de fuerzas enemigas.
Los revolucionarios aprendimos luchando el arte de la guerra, descubrimos que el enemigo era fuerte en sus posiciones y débil en sus movimientos. Una columna de 300 hombres tiene la fuerza de una o dos escuadras que van delante; los demás no disparan en los combates, o realizan solo disparos al aire para hacer ruido, no ven ni pueden ver a los que están disparando contra su vanguardia. Fue un principio elemental que usamos: atacar al enemigo cuando era más débil y vulnerable. Si atacábamos sus posiciones, teníamos siempre bajas, gastábamos balas, y no siempre tomábamos el objetivo; el enemigo, en cambio, estaba atrincherado, combatía con más información y seguridad. Fuimos desarrollando las tácticas. No le voy a hablar de eso, pero fuimos aprendiendo a combatir contra un adversario fuerte, y la Columna 1 fue escuela básica.
P:El Che padecía asma, lo cual debe ser una dificultad seria para combatir en una guerrilla. Usted, a la hora de seleccionar a los hombres que iban a ir en el yate "Granma", descarta a otros pero no a él. ¿Planteó el asma de él algún problema después?
F:El Che viene en el "Granma", naturalmente. Claro, todo se preparó como había que hacerlo. Todo el mundo tenía que estar listo para partir en cualquier momento. Nadie conocía cuándo saldríamos. Aquella noche del 24 de noviembre de 1956, cuando nos movilizamos hacia una casa a orillas del río Tuxpan, el Che se mueve y no lleva el aerosol para el asma. Y, sin embargo, claro que viene en el "Granma".
p:¿Sin sus medicamentos para el asma?
F:Sí. Y unos meses más tarde, estando allá en la Sierra, después de la reunión en febrero de 1957 con el periodista del The New York Times, Herbert Matthews, cuando habíamos alcanzado de nuevo la cifra de 20 combatientes, cada vez más conocedores del terreno, más curtidos en el empeño de sobrevivir y desarrollarnos en aquellas difíciles condiciones, bajo implacable y continua persecución de un enemigo herido en su orgullo profesional y lleno de desprecio hacia nuestra modesta fuerza, se presentó una complicada situación derivada del asma del Che.
Nos ataca una fuerte columna. Nos habíamos retrasado peligrosamente en la marcha debido a una fuerte crisis de asma que se le presentó al Che. En ese momento apenas podía caminar. Teníamos que subir una ladera muy inclinada, íbamos avanzando cuesta arriba hacia un área boscosa, y una columna de 300 soldados aproximadamente que adelantaba por el flanco izquierdo, a más altura que nosotros, en el firme de una elevación sembrada de pasto, al divisarnos, nos dispara con morteros y fuego de fusilería. A pesar de eso, casi arrastrando al Che, continuamos el ascenso, tratando de llegar a la zona boscosa antes que la columna enemiga. Era ya tarde y estaba anocheciendo. Alcanzamos el bosque minutos antes de que un colosal aguacero comenzara a desatarse sobre ambos contendientes, a distancia no mayor de 600 ó 700 metros entre sí. El agua nos obliga a seguir sin descanso hasta el otro lado de la cima de aquel firme donde, ya totalmente de noche, encontramos dos familias campesinas con viviendas separadas por algunos centenares de metros. Estábamos con frío y chorreando agua. El Che no podía ya ni moverse.

P:Él, en diciembre de 1964, estuvo en Naciones Unidas, luego en Argelia, y estuvo viajando por África también en los primeros meses de 1965.
F:Sí; pero ya después, eso fue una estrategia, en la fase final del desarrollo de su misión, cuando ya se había tomado la decisión de que él fuera a Bolivia. Estaba bien, con un entusiasmo tremendo, y tenía el propósito de contribuir a la revolución en Argentina. Iba creando condiciones, porque entonces todos nos querían destruir y la respuesta nuestra era cambiar lo que existía. Esa fue la gran verdad. Siempre nos atuvimos a ese principio.
P: Pero ustedes ayudan al Che a llevar la revolución a Bolivia.
F:Sí, cooperamos con el Che, compartíamos sus puntos de vista. Che tenía razón en aquel momento. Entonces se habría podido extender la lucha, lo creo con franqueza. En aquella época, 1968, todavía no había surgido Torrijos en Panamá. Se producen igualmente otros fenómenos, el triunfo de Allende en Chile en 1970, y comienzan a restablecerse las relaciones con Cuba.
En Colombia ya existía la guerrilla, desde 1948, desde antes que nosotros libráramos la lucha en Cuba. Pero esa es otra historia más complicada, porque allí durante bastante tiempo la guerrilla fue vista un poco como el Movimiento 26 de Julio lo era en Cuba. Surgieron después una serie de factores colaterales. No quiero hacer análisis sobre el tema, algo siempre muy delicado.
P:¿Che le cuenta a usted, le dice cuál es su proyecto con respecto a Bolivia y Argentina? ¿Usted comparte con él eso?
F: Él estaba impaciente. Lo que se proponía hacer era difícil. Por nuestra propia experiencia, le digo al Che que podían crearse mejores condiciones. Le planteamos que hacía falta tiempo, que no se impacientara. Deseábamos que otros cuadros menos conocidos adelantaran los pasos iniciales y crearan las mejores condiciones para lo que él quería hacer. Él sabía lo que es la vida guerrillera, sabía que se necesitaba una resistencia física, una edad determinada. Y aunque él se sobreponía a las limitaciones y tenía una voluntad de acero, sabía que si esperaba más tiempo no estaría en las mejores condiciones físicas.
Llegó el momento en que él ya está preocupándose por esos factores, aunque no lo exteriorizaba. Había otras consideraciones de gran peso en él: haber enviado, casi en los primeros años de la Revolución, a un periodista, Jorge Ricardo Masetti —que estuvo con nosotros en la Sierra, después fue fundador de la agencia Prensa Latina, Che y él eran muy amigos—, a organizar un grupo guerrillero en el norte de Argentina. Y Masetti murió en aquella misión. El Che era además una persona que cuando enviaba a un hombre a una misión y ocurría la tragedia de la muerte, eso le impactaba considerablemente. Le dolía cada vez que se acordaba de los compañeros que murieron. Eso puede observarse en el diario que escribe en Bolivia, cuando se lee lo mucho que lo impactó, por ejemplo, la muerte del compañero Eliseo Reyes, el "Capitán San Luis", y él lo escribe en su diario: "Hemos perdido al mejor hombre de la guerrilla, y, naturalmente, uno de sus pilares".
Uno de los que estuvo allí, en Bolivia y en el norte de Argentina, en 1962, es nuestro actual ministro del Interior, Abelardo Colomé Ibarra, "Furry", que tenía entonces 22 años. Ya había muerto Masetti. El Che estaba pensando en su plan, desde luego, plenamente apoyado por nosotros, de acuerdo con la promesa contraída.
Cuando el Che, impaciente, quiere ir a cumplir su misión, le digo: "No están preparadas las condiciones". No quería que él fuera a Bolivia a organizar un grupo pequeño, sino que esperara a que estuviera organizada la fuerza. Habíamos vivido en nuestro caso toda la epopeya de la etapa inicial de nuestra guerrilla. Yo decía: "El Che es un jefe estratégico, debe ir para Bolivia cuando ya esté desarrollada una fuerza suficientemente sólida y probada". Él estaba impaciente; pero no existían aún las condiciones mínimas imprescindibles. Tuve que convencerlo: "No están creadas las condiciones". Porque él era un cuadro estratégico, con una experiencia grande y condiciones de estadista, no debía arriesgarse en esa etapa inicial.
Nosotros estábamos ayudando en el Congo a la gente de Lumumba. Ya habíamos cooperado con los argelinos en su guerra de 1961 contra la invasión marroquí. Che estaba impaciente. Pero como África y su lucha lo atraían mucho, le propongo ir al África para una importante tarea, mientras se creaban las condiciones mínimas en Bolivia para iniciar una lucha, cuyo objetivo fundamental era su patria: Argentina, para lo que después sería una lucha más amplia en la región. La tarea en África era muy importante por la necesidad de dar apoyo al movimiento guerrillero en el Este del Congo belga contra Tshombé, Mobutu y los mercenarios europeos.

P:En su diario de África, el Che es muy crítico con los jefes de aquella guerrilla.
F:Él era muy crítico, de aquellos jefes o de cualquiera. Tenía esas características, el hábito de ser muy crítico y autocrítico. Era duro en las críticas de los demás y con él mismo.
P:¿Era duro consigo mismo?
F:Sí, era muy exigente con él, ya le conté lo de México y el Popocatépetl. Incluso, a veces, por cualquier bobería en que él se hubiera desconcertado un segundo, se criticaba a sí mismo. Pero era también muy honesto y muy respetuoso.
Se topó obstáculos muy grandes en África cuando llega allí en abril de 1965. Es maravillosa la historia. En un momento dado intervenían mercenarios blancos, surafricanos, rhodesianos, belgas y hasta cubanos contrarrevolucionarios que trabajaban para la CIA. Las fuerzas africanas no estaban suficientemente preparadas. El Che quería enseñarles a combatir, explicarles que podía haber una variante u otra. Porque cuando adquieren una experiencia, una cultura de guerra, aquellos congoleños son soldados temibles. Les faltaba esa cultura, y cuando la adquirían se volvían extraordinarios soldados, soldados temibles. También tenían esa característica los etíopes; y los namibios, y los otros, los angolanos, cuando adquirían la cultura de guerra, eran igualmente soldados extraordinarios.
Esa cultura de la guerra no había sido adquirida todavía por los combatientes que estaban en el Este del Congo. Se lo dijimos al Che. Enviamos desde La Habana compañeros nuestros para analizar la situación, y dispuestos a apoyarlos. Si hubiera habido que enviar más tropas, lo habríamos hecho, pues disponíamos aquí de voluntarios de sobra; pero realmente aquella lucha no tenía perspectivas, no había condiciones para su desarrollo en ese momento, y le pedimos al Che que se replegara.
Él se quedó alrededor de siete meses en el Congo. Y de ahí va a Tanzania, está un tiempo allí, en Dar-es-Salaam.
A todas estas el Che se ha despedido, y, como es lógico, se ha marchado —se puede decir—clandestinamente de Cuba. Entonces comenzaron las calumnias, comenzó a decirse que el Che había "desaparecido".
P:La prensa internacional decía que había una ruptura entre ustedes, desacuerdos políticos graves, se decía que aquí lo habían encarcelado y hasta que lo habían matado...
F:Nosotros soportamos silenciosamente aquella sarta de rumores y calumnias. Pero él, al marcharse, a finales de marzo de 1965, me había escrito una carta de despedida.
P:¿Usted no había hecho pública esa carta?
F:No. Yo tenía la carta en mi poder, y la hago pública el 3 de octubre de 1965, en el acto en que se anuncia la constitución del Comité Central del nuevo Partido Comunista de Cuba, porque había que explicar la razón de la ausencia del Che en ese Comité Central. Entretanto, la calumnia andando, el enemigo sembrando la cizaña y la duda, difundiendo el rumor de que el Che Guevara había sido "purgado" por discrepancias con nosotros.

P:Había toda una campaña de rumores.
F:Él me hace aquella carta espontáneamente, creo que hasta con mucha franqueza: "Me arrepiento de no haber creído suficientemente en ti... ". Y habla entonces de la Crisis de Octubre y otras cosas. Yo pienso que él no creía en mucha gente, porque era muy crítico.
Un día había escrito unos versos para mí. Yo ni siquiera lo sabía. Siempre fue conmigo muy afectuoso, siempre fue respetuoso y siempre acató mis decisiones. Yo no me le imponía, yo discutía, no suelo dar órdenes; suelo persuadir de lo que debe hacerse. Muy rara vez tuve que decirle: "Tú no vas a hacer esto", prohibirle algo.
De África, él se va a Checoslovaquia, a Praga, en marzo de 1966; una situación complicada; está allí, de hecho, clandestino. Como ha escrito la carta de despedida y como él tenía un pundonor tremendo, no le pasaba por la mente, después de haberse despedido, volver a Cuba. Pero los cuadros para lo de Bolivia ya estaban escogidos y se preparaban. Entonces yo le escribo una carta en la que le razono, apelo a su deber y a la racionalidad.
P:¿Para que regrese a Cuba?
F:Sí. Creo que la familia ha publicado esa carta. Le hago una carta y le hablo así, serio. Lo persuado de que regrese, le digo que es lo más conveniente para lo que él quería hacer: "Desde allá es imposible hacer esto. Tienes que venir". No le digo "tienes que venir" como una orden; lo persuado, le digo que su deber es regresar, pasar por encima de cualquier otra consideración, y terminar la preparación para el plan en Bolivia. Y él regresa clandestinamente. Bueno, nadie lo conoció en ninguna parte. Tampoco durante el viaje. Volvió aquí en julio de 1966.
P:¿Raúl estaba frente a él y no lo reconoció?
F:Raúl se había despedido de él unos días antes en el centro donde se entrenaba, y el día del almuerzo se encontraba de visita en la URSS. Ninguno de los que estaban conmigo se dio cuenta de que era el Che. Indiscutiblemente, nuestra gente fue muy capaz al disfrazarlo, transformarlo. Él fue a un lugar de Pinar del Río, en una zona montañosa, donde hay una casa, la finca de San Andrés. Allí organiza la fuerza, pasa meses preparándose con los quince hombres que iban a acompañarlo. Él escogió a la gente que deseaba. También fue donde vio las últimas veces a su esposa y a sus hijos. Y allí yo lo visitaba.
P:¿Para llevársela a la guerrilla de Bolivia?
F:Algunos eran guerrilleros veteranos de la Sierra, otros habían luchado con él en el Congo. Él conversó con cada uno de ellos.
Yo le puse algunas objeciones con algunos compañeros. Le dije: "Mira, no hagas esto". Iba a separar a dos combatientes, dos hermanos que habían estado muy unidos, y le digo: "No separes a estos hermanos, déjalos", eran buenos. Sobre otro, de quien yo conocía mucho sus características, muy buen soldado, pero a veces era un poco discutidor.
Le advertí en algunos casos. Todos los que fueron a Bolivia eran excelentes; entre ellos Eliseo Reyes, el "Capitán San Luis", de quien él escribe cuando muere: "Tu figura pequeña de capitán valiente..."; de Neruda saca aquella frase —él leía mucho a Pablo Neruda—, un verso muy bonito, está en su diario de Bolivia. Él lo quería entrañablemente. El Che era ese hombre también.
Él escogió a todos, y lo discutimos. Le hice algunas sugerencias, y él defendió a aquel que tenía grandes cualidades, pero a quien yo conocía y tenía temor a alguna indisciplina, y eso era muy importante. Yo hablé mucho con él hasta cuando se fue, en octubre de 1966. ¡Con qué entusiasmo se fue!

P:¿Cómo explica usted la muerte del Che?
F:El Che, cuando regresa de la excursión prolongada, se encuentra ya problemas, se produce una bronca entre el dirigente del Partido comunista boliviano, —Mario Monje, que tenía gente allí, y uno de los dirigentes de la otra línea anti Monje, llamado Moisés Guevara. Monje pide mando, y el Che era muy recto, rígido... Yo pienso que el Che debió hacer un mayor esfuerzo de unidad, es una opinión que le doy. Su carácter lo lleva a ser muy franco y entabla una áspera discusión con Monje, muchos de cuyos cuadros habían ayudado a la organización, porque Inti y los demás eran de ese grupo. Lo que Monje reclamaba era imposible: ser jefe de aquella fuerza, una ambición indignante e inoportuna.
Ya había algunos problemas, y algo que no se ha mencionado o apenas se menciona, y que hizo mucho daño al movimiento revolucionario en América Latina: la división entre prosoviéticos y prochinos. Eso dividió a toda la izquierda y a todas las fuerzas revolucionarias en el momento histórico en que existían las condiciones objetivas y era perfectamente posible el tipo de lucha que el Che fue a promover allí.
¡Los esfuerzos que tuvimos que hacer cuando sabemos que se produce esa ruptura! En diciembre de 1966 Mario Monje viene aquí. Viene luego el segundo jefe del Partido, Jorge Kolle. Yo los invité y les expliqué lo que había pasado. A Juan Lechín, un líder obrero conocido, lo invitamos también, y estuve como tres días con él por la zona oriental para persuadirlo de que ayudara al Che. Lo prometió.

P:¿Usted piensa que él se hubiese inmolado?
F:Bueno, yo antes de caer prisionero me hubiera inmolado. Es seguro que él lo habría hecho también; pero es que él no tiene alternativa, está combatiendo, que es lo que tiene que hacer. El Che era el hombre que luchaba hasta la última bala, y que no tenía ningún temor a la muerte.
P:¿Cómo se entera usted de la muerte del Che?
F:Aunque consciente de los peligros que él estaba corriendo desde hacía meses, y de las condiciones extremadamente difíciles que enfrentaba, su muerte me pareció algo increíble, un hecho, no sé, al que uno no puede acostumbrarse fácilmente. Pasa el tiempo y, a veces, uno sueña con el compañero que murió, y lo ve vivo, conversa con él y, de nuevo, la realidad nos despierta.
Hay personas que, para uno, no murieron; poseen una presencia tan fuerte, tan poderosa, tan intensa, que no se consigue concebir su muerte, su desaparición. Principalmente por su continua presencia en los sentimientos y en los recuerdos. Nosotros, no solo yo, sino el pueblo cubano, sufrimos de manera extraordinaria con la noticia de su muerte, aunque no fue inesperada.
Llegó un cable noticioso informando lo que había ocurrido en la quebrada de El Yuro el 8 de octubre de 1967. En la mayoría de los cables lo que se anunciaba era mentira, pero ese cable narraba algo que había ocurrido realmente, porque aquella gente no tenía la imaginación suficiente para inventar una historia ajustada a la única forma en que una guerrilla podía exterminarse. Para mí la conclusión fue instantánea: vi que era una noticia veraz.
El hábito de estar siempre interpretando cables, en que tú ves mentiras, mentiras y mentiras, sin ninguna imaginación, y de repente te das cuenta de que no podían inventar la historia de la única forma como pudieron liquidar a ese grupo.
Ahora, lo interesante no es leer solo lo que escribe el Che en su diario, sino lo que escribieron los jefes que combatieron contra él. Es impresionante la cantidad de combates y de éxitos que tuvo aquel puñado de hombres.
Nosotros sufrimos mucho —era lógico que sufriéramos cuando llega la noticia de su muerte, comprobada. Fue por eso que, en el dolor de la muerte, por aquellos días pronuncié un discurso en que pregunto: "¿Cómo queremos que sean nuestros hijos?", y respondo: "Queremos que sean como el Che", y eso se convirtió en una consigna de nuestros pioneros: "Pioneros por el comunismo: Seremos como el Che".
Después llegó el diario; no se sabe lo que vale, para conocer todo lo ocurrido, su idea, su imagen, su entereza, su ejemplo. Un hombre de un pudor, de una dignidad y de una integridad enormes, es lo que es el Che y lo que el mundo admira. Un hombre inteligente, un visionario. El Che no cayó defendiendo otro interés u otra causa que la causa de los explotados y de los oprimidos de América Latina. No cayó defendiendo otra causa que la causa de los pobres y de los humildes de la Tierra. La causa del Che triunfará, la causa del Che está triunfando.
Su imagen está en todo el mundo.
El Che es un ejemplo. Una fuerza moral indestructible. Su causa, sus ideas, en esta hora de lucha contra la globalización neoliberal, están triunfando. Y luego, en junio de 1997, ¡qué mérito el de los que encontraron su cadáver y el de otros cinco compañeros! Hay que agradecer, incluso, a los bolivianos, a las autoridades; cooperaron, ayudaron.
P:¿Cuál es la gran lección que deja el Che?
F:¿Qué queda? Yo pienso que lo más grande son realmente los valores morales, la conciencia. El Che simboliza los más altos valores humanos, y un ejemplo extraordinario. Creó una gran aureola y una gran mística. Yo lo admiraba mucho, y lo apreciaba.
Siempre produce mucho afecto esa admiración. Y le expliqué la historia de por qué yo me acercaba mucho a él.
Son muchos los recuerdos que nos dejó, imborrables, y por eso digo que es uno de los hombres más nobles, más extraordinarios y más desinteresados que he conocido, lo cual no tendría importancia si uno no cree que hombres como él existen por millones, millones y millones en las masas. Los hombres que se destacan de manera singular no podrían hacer nada si muchos millones, iguales que él, no tuvieran el embrión o no tuvieran la capacidad de adquirir esas cualidades. Por eso nuestra Revolución se interesó tanto por luchar contra el analfabetismo y por desarrollar la educación, para que todos sean como el Che.

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